Mi Patio Trasero

Mi Patio Trasero... Mi madre siempre me ha dicho que creo que el Mundo es mi patio trasero, de alguna o varias maneras creo que tiene razón. Es el lugar donde uno sale en pijama y camina a pata pelada, donde puedo estar chascona y no importa. Donde guardo y encuentro los recuerdos, donde sueño. Ese es mi patio trasero, un pitiespacio de confianza e intimidad.

3.18.2005

Del otro lado

Tengo una tendencia natural a estar siempre del otro lado. Tiendo a estar a favor de los otros. He cultivado una personalidad que se inclina por la defensa de lo que los viejos llamarían “las causas perdidas”.

Vivo en una zona residencial, en un barrio, de los pocos que quedan. Con iglesia, almacén, vagos, niños jugando, de esos con señora que barre día y noche la vereda. Es un barrio tranquilo, a veces demasiado, con recovecos y curvas. Espacios ideales para esconder los primeros besos.

A una cuadra de mi casa, si se le puede llamar así a una calle curva, se instalan casi todas las noches un grupo de travestis. Se toman la esquina con tacos, gritos, transparencias y piropos. Cada noche paso por ahí. Obviamente los piropos y guiños nunca son, ni serán para mi. Pero en mi caminata un poco acelerada las miro de reojo con ganas de registrar todo lo que puedo. En la retina me queda un par de medias, una cartera, un detalle de vestido, pero ellas ni notan ni se inmutan por mi presencia. Les llegó como al ombligo. Todas altas y subidas en los tacos ni me ven, ni me sienten.

En uno de estos días que quedan de verano llegaba a mi casa. Por supuesto estaban ellas y además había un hombre en el paradero, me llamó la atención, pero seguí caminando. Cuando lo pasé, sentí que comenzó a caminar atrás mío. Me dio miedo y caminé más rápido sacando de mi bolso las llaves para entrar lo antes posible. Lo sentía cerca y casi al llegar a la puerta del edificio, intentando abrir como en las películas con el llavero tiritón, sentí unos pasos más acelerados que venían en mi dirección. Un taconeo fuerte que me aterró. Ya me veía yo forcejeando con un ladrón por mis pocas pertenencias.

Abrí la reja, entré y la cerré. Pero como soy del tipo curiosa, no subí, me quedé ahí, en el pasillo oscuro para ver que pasaba. Total la reja me protegía. Unos segundos y me di cuenta que el origen de esos pasos no era el hombre si no una chica. Una chica de un metro ochenta con tacos altísimo, rubia y vestida de enfermera.

Le pregunté si le pasaba algo y ella me contestó que habían llegado los pacos. Sin dudarlo un segundo, le abrí la puerta y la hice pasar para que no la pillaran. Así terminé con ella, con Carla, en el loby del edificio, las dos escondidas, sin luz, esperando que los pacos no nos encontraran. Me confidenció que la ganancia de ese día estaban destinada a unos zapatos nuevos que la tenían loca. Como buenas chicas conversamos de ropa, de dietas, eso si de hombres nada. Pasaron los minutos y se fue, me dejó un beso en la mejilla, un par de datos de ropa y una asesoría relámpago de mi look.

Prendí la luz, subí las escaleras y me refugié en mi propio otro lado, donde por unos momentos la eche de menos...después pasó y desde mi ventana la imaginé nuevamente lanzando carcajadas y piropos a esos hombres de los que no hablamos...