Cuatro dedos y un corazón colgando

Me dijo que tenía el corazón roto. Que se le cayó cuando con la escoba quería barrer las pisadas.

Dijo también que había un hilo de nylon que empezaba en el brazo de él y se amarraba en la rodilla de ella. Un hilo invisible y firme, que de cada tanto la hace tropezar con las sombras

¿Era un hilo? ¿La cuerda floja de ella? ¿Un vacío de sombra? ¿De circo?

El señor corales siempre reía fuerte, tan fuerte que ahogaba los cascos de los caballos, los rugidos y los aplausos. Ella no sabía si aplaudir o salir corriendo. Optaba finalmente por cerrar los ojos hundir las manos, el corazón, en un paquete de cabritas

Sólo terminaba cuando el dulzor en los labios, pegoteo de los dedos se hacia insoportable, cuando la lengua entre el azúcar caliente se ponía espesa, densa.

Entones prometía no volver jamás al circo, desamarrar el hilo, olvidar para siempre sus caminatas por la cuerda floja. Prometió mil veces dedicarse a remendar trajes y coser lentejuela..poner el aserrín los días de lluvia.

Pero el problema eran los días de sol que la llamaba para afuera le decían cosas, comenzaba sacándose los zapatos, daba dos vuelta al corazón y partía por el lado izquierdo.

Iba por la calle, hipnotizada de sol, con los zapatos de baile, los rojos, los que usaba de niña. Zapatos de niña triste, zapatos de cuento. Dejaba las mangas colgadas, mientras dirigía la mirada, sus manos a la tierra árida, a la paja.

Clarita y una más.